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Cuando me inscribí en la bolsa de Jóvenes Cooperantes de Extremadura, había finalizado la carrera poco tiempo antes pero salvando labores de voluntariado con distintas ONGD desde el comienzo de mis estudios, aún no había tenido la oportunidad de trabajar ni como educadora social en general ni en el ámbito de la Cooperación Internacional en específico. De vuelta a Extremadura tras un periodo de exilio en Inglaterra, las experiencias de las conocidas que habían realizado búsquedas activas de empleo sin éxito desalentaban y la idea de una próxima e inevitable partida volvía a mi mente. Hasta que un día, fui convocada para una entrevista para participar en una estancia formativa en terreno con MZC en Marruecos -tras haber realizado diversos cursos de formación para jóvenes cooperantes que se ofertan de manera totalmente gratuita desde el Instituto de la Juventud de Extremadura y la AEXCID-.
Pocos días después ya estaba en el lugar, en Asilah, una preciosa ciudad en la región Tánger-Tetuán, al norte del país, donde trabajé y viví cinco meses. Tras la experiencia puedo decir que he adquirido valiosos conocimientos sobre el sector de la Cooperación Internacional y de la Gestión de Proyectos en este campo. Saberes que no hubiera asimilado tan bien silos hubiera recibido de forma meramente teórica. La formación inicial es importante, porque te da claves para entender lo que sucede en el terreno, pero no interiorizas lo que estudias hasta que realmente lo aplicas al trabajo, a la práctica. Y esos conocimientos cobran más valor cuando tu aprendizaje es codo a codo con personas que, con años de experiencia y formación, acompañan con paciencia tu quehacer y corrigen tus posibles fallos, desde la horizontalidad, el respeto y la comprensión. Esa ha sido mi experiencia con el equipo humano de MZC en Marruecos y con aquellas personas que trabajan en MZC en España y he tenido la oportunidad de conocer. Por ello desde aquí quiero darles a todas ellas las gracias y recomendar encarecidamente a toda la juventud extremeña interesada en el mundo de la cooperación aplicar para esta oportunidad laboral y formativa.
Gracias a esta estancia y a las personas con las que trabajé también me fue posible cargar la maleta de vuelta de valiosas lecciones vitales. Además, cuando la injusticia me señaló de cerca haciéndome sentir afortunada de sin merecerlo o elegirlo nacer donde lo hice, me convencí -más- de que hay que luchar y trabajar por un mundo más justo e igualitario para todas las personas que lo habitan.

Laura Sánchez

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Inmerso en el itinerario de selección de Jóvenes Cooperantes de la Agencia Extremeña de Cooperación Internacional, a final de febrero de 2017 nos comunican que somos, otra compañera llamada Laura y yo, seleccionados para una experiencia formativa de cooperación internacional en terreno en el norte de Marruecos, en una ciudad llamada Asilah, para trabajar en un proyecto financiado por la AEXCID y que ejecutaría la ONGD Mujeres en Zona de Conflicto.

La duración de la estancia en terreno sería de cinco meses, en los cuales nos empapamos de todos los proyectos que en ese momento se estaban llevando a cabo por parte de MZC, así como de la misma organización, de su visión y misión. Una organización con un enfoque y un nivel de experiencia y de formación propia de las mejores en la esfera internacional, y con un sistema de trabajo basado en la vocación por parte de sus integrantes que hace que el factor humano sea capital en todas las áreas de la misma.

Más concretamente, sumamos nuestro apoyo a el proyecto “Fortalecimiento de los mecanismos de apoyo para la población migrante subsahariana en el norte de Marruecos”, financiado por AEXCID. Enfocado a reforzar las redes socio-sanitarias de este colectivo con mayor grado de vulnerabilidad. El proyecto sobre el papel resultaba interesante pero una vez que empezamos con las actividades, con los usuarios y conociendo la situación de estas personas, viendo con nuestras limitaciones qué podíamos aportar, fue cuando se empezó a sentir el verdadero sentido de esta profesión. Las primeras impresiones no me dejaron indiferentes, tanto en el contexto local, cultural donde ejercíamos el trabajo, como en los contextos propios de las actividades del proyecto. El desarrollo de las actividades se producía con mucha intensidad, debido al contacto cercano con personas que se encontraban en una situación de vulnerabilidad extrema, y debido también al intercambio de nuestras experiencias de vida. Muchas empatías y simpatías que resultan en un sentimiento de injusticia provocado por el orden establecido, y a la vez de agradecimiento y de sentirse afortunado por haberme tocado nacer, vivir y crecer un poco más al norte.

Profunda admiración por la resiliencia y capacidad de afrontar y superar situaciones traumáticas, por las cosmovisiones y actitudes de vivir y estar en el mundo, por sus caracteres optimistas y joviales a pesar de sus condiciones, que la población beneficiaria del proyecto posee y que nos transmite enriqueciéndonos como personas. Sus experiencias de vida como ejemplos para nosotros que nos permiten relativizar nuestras ideas y concepciones de nuestros problemas y vicisitudes.

Moisés Sánchez

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