Hoy es 8 de marzo de 2018 y estoy en huelga general feminista, sumándome a millones de mujeres que en más de 177 países consideramos que sin nosotras se para el mundo: y de hecho se para.

El 8 de Marzo es un día de celebración con un marcado sesgo occidental a cuya celebración se han ido sumando poco a poco mujeres de todas las latitudes hasta hacerlo universal, como lo es el feminismo; y como el feminismo la manera en la que se celebra el día internacional de la mujer trabajadora es múltiple y diverso y se ajusta a los contextos culturales, económicos, políticos, religiosos, a las sensibilidades, necesidades y prioridades de las mujeres en cado uno de los territorios en los que desempeñamos nuestras vidas.

Hoy se van a oír muchas voces y a lo largo de esta semana e incluso de este mes se va a hablar hasta el infinito de nosotras las mujeres, lo que yo espero es que, para variar, las declaraciones, adhesiones y buenas intenciones de los que ostentan el poder, en su mayoría hombres, que hoy en muchas partes del mundo se congratulan con la huelga y con el feminismo: mañana, el mes que viene, el año que viene en sus parcelas de poder/decisión demuestren con hechos que son aliados. Las mujeres estamos hartas de que nos digan lo bien que lo hacemos y al minuto siguiente nos expliquen con voz templada, como lo haría un maestro paciente con su alumnado de primaria, como debemos mover la torre o el alfil para conseguir depurar nuestro juego; obviamente no nos hace menos inteligentes la falta de pericia al ajedrez, lo que en todo caso nos haría jugar peor sería la falta de práctica, porque probablemente, mientras los varones de la familia jugaban los sábados por la mañana al sesudo entretenimiento, nosotras las niñas estábamos ayudando a nuestra madre-súper-mujer a hacer la casa, se llama así: hacer la casa.

Así que hoy estamos millones de mujeres en huelga general de trabajo remunerado, de consumo y de cuidados para reivindicar nuestros derechos por derecho, sin un ápice de victimismo. Y hoy 8 de marzo siento más cercanía que nunca con mis compañeras y amigas de todas las geografías que se han sumado a la huelga con ese activismo combativo y valiente que las caracteriza y que me consta que no todas lo tienen fácil. Entre ese enorme buque errante de dificultades me detengo en las amigas de Malí, en las mujeres africanas que con su feminismo están cambiando el perfil de sus comunidades y que a esta hora se sienten en huelga general, a pesar de que muchas de ellas habrán cogido su cubo de plástico y a uno de sus hijos o hijas en la otra mano y un montón de telas en la cabeza y se habrán ido a uno de los mercados de Bamako a garantizar que esta mediodía habrá arroz con salsa de cacahuete para toda la familia; asegurarán que sus hijas se mantengas en el colegio, convencerán a otras mujeres para que las niñas no sean intercambiadas para alianzas matrimoniales, lucharán para acabar con la mutilación genital femenina, se harán un sitio en sus barrios y en sus pueblos para levantar la voz que rompe un silencio ancestral que ya no aguantan, se pondrán el mundo por montera cuando les digan que eso no es posible, porque ellas saben que si, que cambiar el mundo es posible, porque lo cambian todos los días.

(A mi madre, Milagros, y a mi amiga Carmelina, que fueron ejemplo para nosotras sus hijas, in memóriam)

https://1000asuntos.wordpress.com/